Las palabras, las acciones e incluso los hechos son tan fáciles de recordar como de olvidar. Nada nos asegura que un discurso quede para siempre en la memoria de las personas.
Apela a los sentimientos de las personas mediante mensajes y hechos que las haga sentirse únicas, prioritarias y se sientan felices.
Los mensajes a las personas, nunca se transmiten porque los digamos a los cuatro vientos, se transmiten con el ejemplo y en el hacer diario, se transmiten cuando las personas se sienten bien con nosotros y junto a nosotros.
Porque al final, lo único por lo que nos van a recordar, es por el cómo hemos hecho sentirse a los demás.